Los sentimientos no son el problema, es lo que los niños (¡y los adultos!) hacen con ellos lo que puede ser problemático.
Comencé mi carrera como especialista en desarrollo infantil a la tierna edad de 24 años, antes de haber tenido mis propios hijos. Mi brillante enfoque era decirles a los padres lo que tenían que hacer, por ejemplo, contar hasta tres para que mágicamente sus hijos se “comportaran”, o fijarles un límite y ceñirse al mismo por amor de Dios. Cuando los padres regresaban una semana tras otra informando que estas estrategias no estaban funcionando —a Jason, de tres años, sencillamente no le importaban las consecuencias con que lo amenazaban; Felicia, de dos años, armaba berrinches tan horribles en público que tenían que frenarlos a toda costa— yo les culpaba a los padres. Si tan solo hubieran seguido mis consejos, todo estaría bien.
Luego tuve mis propios hijos —¡qué brusco despertar!— y deseé poder regresar a todas esas familias con las que había trabajado y pedirles disculpas, por ser tan paternalista, condescendiente, insensible y por último inútil para ayudarles a hallar una manera de fijar y hacer cumplir reglas y límites apropiados. En vez de fortalecer la confianza de los padres, yo las socavaba.
Es así que durante el último cuarto de siglo he estado procurando hacer un mejor trabajo: averiguar cómo ayudar de verdad a los padres con este desafío de la disciplina, que es tan importante, porque la disciplina tiene que ver mucho más que con corregir el “mal comportamiento”; influye en todo el desarrollo del niño. Les enseña a los niños a manejar sus emociones, aprender a distinguir lo correcto de lo errado, seguir las reglas y cooperar, ser seres humanos compasivos y empáticos, que son atributos que todos los padres quieren para sus hijos.
Y los padres luchan denodadamente para hallar maneras eficaces de disciplinar a sus hijos. “Tuning In”, la encuesta nacional de padres que ZERO TO THREE/ CERO A TRES realizó en colaboración con la Bezos Family Foundation en 2015, halló que más de la mitad (56%) dijo que manejar a su hijo cuando se comportaba mal es uno de sus principales desafíos. Casi seis de cada 10 padres (57%) dijeron que batallaban para determinar la manera más eficaz de disciplinar. Además, el 60% desea tener más paciencia y el 47% desea poder actuar mejor en materia de manejar sus propias emociones.
Estos resultados se reflejan en mi trabajo directo con los padres. Todas las semanas recibo llamadas de familias que están luchando con una cantidad de desafíos, como el niño de dos años que no se duerme hasta que le hayan leído una cantidad cada vez mayor de libros, de modo que la hora de ir a dormir ahora dura dos horas; o el niño de tres años “dictador fascista” que tiene cautiva a toda la familia con sus interminables exigencias de control sobre TODAS LAS COSAS. Estos padres están exhaustos, frustrados, enojados y resentidos; también están tristes y sienten que son un fracaso, porque al final del día sienten que lo único que han hecho ha sido gritar y hacer frente a feas luchas de poder, lo cual deja poco espacio para el amor o el gozo. Y padres están tratando realmente mucho de hacer las cosas “bien”. Usan una amplia gama de estrategias de disciplina pero hallan que son de lo más ineficaces. Del 86% de los padres que usan redirección o distracción, solamente un 29% dice que es eficaz. Del 81% que quitan los juguetes como castigo, solamente un 28% halla que es útil. Los padres hallan que las estrategias duras de disciplina son aún menos eficaces. Más de un cuarto de los padres (26%) dice que les dan palmadas o azotes a sus hijos varias veces a la semana o más, pero el 80% de estos padres dice que no es una estrategia eficaz. Un 16% dice que intencionalmente le avergüenzan a su hijo de ordinario, pero el 85% de estos padres no halla que ello sea útil.
Nuestra investigación con los padres también reveló que éstos no quieren usar estrategias duras. Casi un tercio (30%) de los padres dijo: “Yo doy nalgadas aunque no siento que eso esté bien.” Con frecuencia con lágrimas en los ojos, los padres de nuestros grupos de discusión dijeron que usar métodos físicos para conseguir que sus hijos se porten bien no solo era doloroso para sus hijos sino para ellos también. Una mama lo resumió así: “Si yo pudiera aprender [algo] además de los “no”… y los tiempos de pausa que no funcionan…. Si hubiera otra manera de que puedan escucharme sin darles nalgadas, preferiría no hacer esto.” Así es que no es de sorprender que la encuesta haya hallado que casi seis de cada diez (58%) padres dicen que desean conocer maneras más eficaces de disciplinar a sus hijos.
Al mismo tiempo, nuestra investigación demostró que los padres están cansados y abrumados de que el “complejo industrial de la crianza” les diga lo que tienen que hacer. Y están poco impresionados en cuanto a la utilidad de lo que hallan cuando buscan información sobre cómo hacer frente a comportamientos desafiantes. No quieren enfoques tipo “talla única” y no confían en los “expertos” que ofrecen orientación sin siquiera conocerle a su hijo. Una mayoría (58%) de mamás y papás dice que hay tanta información disponible sobre cómo ser padres que es difícil saber en quién confiar. El 63% dice que “son escépticos de las personas que dan consejos y recomendaciones sobre cómo ser padres sin siquiera conocer a mi hijo y mi situación específica.” Si bien el 89% de los padres dice que dependen de profesionales médicos para recibir orientación, solo el 62% dice que hallan que eso es eficaz. El 82% va a sitios web sobre crianza pero solo el 47% dice que lo que hallan allí es útil.
Entonces, ¿qué debe hacer un especialista en desarrollo infantil? ¿Qué tipo de orientación podemos ofrecer que sea útil y no condescendiente ni prescriptivo, es decir, que no sea un enfoque “tamaño único” tipo fórmula, que con frecuencia deja a los padres sintiéndose incompetentes porque no funciona? He llegado a la conclusión de que lo que es más útil para los padres es ofrecer “marcos”, una lente a través de la cual puedan descodificar el significado del comportamiento de su hijo y desarrollar un enfoque a la disciplina que funcione de la mejor manera para su hijo y su familia.
- Asegúrese de que sus expectativas para su hijo correspondan a su edad y su etapa de desarrollo. Reconozca que los niños pequeños son impulsados por emociones, no por la lógica, de modo que el comportamiento irracional es totalmente normal. El esperar de los niños más de lo que son capaces de hacer puede llevar a muchas frustraciones tanto para los padres como para los hijos. Nuestra investigación reveló que una mayoría de padres cree que los niños comienzan a desarrollar el autocontrol mucho más temprano que la ciencia del cerebro nos dice que es posible. Más de la mitad (56%) de los padres cree que los niños tienen control del impulso para resistir el deseo de hacer algo prohibido antes de los tres años y el 36% cree que los niños menores de dos años tiene este tipo de autocontrol. Un 24% de todos los padres cree que los niños son capaces de controlar sus emociones, como no tener un berrinche cuando están frustrados, a la edad de un año o menos, mientras que un 42% cree que los niños tienen esta capacidad a los dos años. En realidad, estas habilidades comienzan a desarrollarse entre los tres años y medio y los cuatro años, y puede llevar más años poder usarlas en forma uniforme.
- Tener las expectativas apropiadas es crucial porque el significado que usted le asigna al comportamiento de un niño influye en la manera en que usted reacciona. Si usted cree que su hijo está incumpliendo las reglas a propósito, es mucho más probable que usted reaccione de maneras bruscas que agravarán la situación en lugar de calmarle a su hijo. Si usted considera estos comportamientos en el marco del desarrollo normal, es más probable que se enfoque en su hijo con empatía y aprecie estos momentos como oportunidades para enseñar buenas habilidades para hacer frente a situaciones.
- Los sentimientos no son el problema, es lo que los niños (¡y los adultos!) hacen con ellos lo que puede ser problemático. El reconocer y nombrar a los sentimientos es el primer paso para aprender a manejarlos con el tiempo de maneras sanas y aceptables. El validar los sentimientos de los niños también reduce la necesidad del niño de exteriorizar esos sentimientos.
- Maneje sus propias emociones. Es importante sintonizar a los propios sentimientos y manejarlos, porque la manera en que usted reacciona en estos momentos difíciles con los niños pequeños afecta profundamente su capacidad de autorregulación, autocontrol y salud emocional en general hasta bien entrado el futuro. La investigación (y la vida real) demuestra que cuando los padres reaccionan en forma brusca (emocional o físicamente), la aflicción del niño tiende a escalar. Los niños no pueden aprender cuando están molestos o asustados.
- Mire al mundo desde la perspectiva de su hijo. El aprender a manejar las emociones y tratar las frustraciones y desilusiones de la vida es trabajo difícil para los pequeños que han estado en esta tierra solo dos o tres años. Los niños pequeños tienen sentimientos fuertes pero pocas herramientas para manejarlos. La parte del cerebro responsable de manejar el comportamiento y los impulsos todavía está muy inmadura. Los niños pequeños necesitan ayuda para hacer frente a las reglas y los límites de la vida. Necesitan apoyo y guía para aprender a controlar sus emociones y adaptarse a las numerosas reglas de la vida diaria de la familia.
- Todo comportamiento tiene significado. Armar un berrinche en el supermercado puede deberse a una sobrecarga sensorial, fatiga o desilusión por no recibir una galleta de la sección panadería. Morder puede deberse a una necesidad de estímulo o para evitar que otros invadan su espacio. Tratar de entender la causa de fondo de un comportamiento le puede ayudar a idear estrategias de disciplinas que sean sensibles y eficaces. Esto significa considerar algunos factores que ejercen un efecto en el comportamiento: ¿Qué está sucediendo en el mundo de su hija? ¿Ha experimentado ella una mudanza reciente? ¿Una pérdida? ¿La llegada de un nuevo bebé? ¿Estrés de los padres? También es importante pensar en el temperamento de su hija. ¿Es ella de los niños que reaccionan a todo o es del tipo que se deja llevar por la corriente? ¿Es persistente o se frustra con facilidad? ¿Cómo reacciona ella a nuevas personas y experiencias: se adapta enseguida o necesita tiempo para sentirse cómoda? Todos estos factores influyen en la capacidad de los niños de hacer frente a las fuentes naturales de estrés de la vida, como: adaptarse a una nueva experiencia, no conseguir todo lo que quieren cuando lo quieren, tener que compartir o dormir en su propia habitación, o dejar una actividad que les gusta para hacer algo que no les gusta (como tener que salir del parque infantil para ir a casa a tomar una siesta.)
- Vea a su hijo como socio en la resolución de problemas. A partir de aproximadamente los dos años y medio a tres años de edad, los niños comienzan a entender la lógica: por qué suceden las cosas. Esto significa que pueden comenzar a participar en la resolución de problemas. “No está bien tirar pelotas a las personas: eso lastima. ¿Cuáles son otras maneras en que tú puedes usar la pelota?” “Dos muchachos, un camión, ¿qué deberíamos hacer?” Cuanto más sientan los niños que son parte de la solución, más probable será que cooperen con ella. La vida es una serie de problemas para resolver cada día, así es que inculcar esta habilidad en los niños pequeños es uno de los regalos más grandes que usted les puede dar.
- Evite los castigos severos. Hay pruebas cada vez más abundantes y abrumadoras de que los métodos de disciplina emocional y físicamente severos (por ejemplo, avergonzar de palabra, dar nalgadas) son dañinos para el desarrollo socioemocional y cognitivo de los niños. Si bien en el momento puede parecer que funcionan —dejar un comportamiento por miedo—no es eficaz para enseñar el autocontrol a la larga.
Disciplina proviene de la palabra “discípulo”, que significa el que sigue, creyente y alumno. Los padres tienen mucho poder. Enséñenles bien.