Si bien ya ha llevado a cabo una cantidad impresionante de desarrollo, el cerebro de un bebé recién nacido sigue siendo en gran medida una obra en marcha.
Es pequeño –poco más que un cuarto de su tamaño adulto– y marcadamente desparejo en su madurez. Para el nacimiento, solamente las porciones inferiores del sistema nervioso (la médula espinal y el tronco del cerebro) están bien desarrolladas, mientras que las regiones superiores (el sistema límbico y la corteza cerebral) siguen siendo bastante primitivas.
Por lo tanto, el cerebro inferior está en gran medida en control del comportamiento de un recién nacido: todo eso de patear, agarrar, llorar, dormir, chupar y alimentarse son funciones del tronco del cerebro y la médula espinal. Aun el comportamiento visual notable de los recién nacidos –su capacidad de seguir un objeto llamativo en movimiento, como una pelota roja, o de orientarse al rostro de mamá o papá— se considera que está controlado por circuitos visuales en el tronco del cerebro. Cuando los pediatras realizan una serie de pruebas de reflejos al recién nacido, principalmente están evaluando la función de estos centros nerviosos inferiores. Estos reflejos incluyen la maniobra de ojo de muñeca (los ojos del bebé quedan enfocados hacia adelante cuando se le vuelve la cabeza a un lado), la respuesta de sobresalto o reflejo de Moro (el bebé extiende los brazos y lentamente los cierra en respuesta a un movimiento repentino o sensación de caída) y hasta el asombroso reflejo de caminar (el bebé “camina” cuando usted lo sostiene levantado con los pies tocando una superficie plana).
El cerebro humano lleva tiempo para desarrollarse, de modo que la naturaleza se ha asegurado de que los circuitos nerviosos responsables de la mayoría de las funciones del cuerpo —la respiración, los latidos del corazón, la circulación, dormir, chupar y tragar— están en buenas condiciones y funcionando para el momento en que un bebé emerge de la protección del vientre materno. El resto del desarrollo del cerebro puede seguir a un ritmo más lento, aumentando al máximo la oportunidad para que la experiencia y el entorno de un bebé moldeen esa mente que está surgiendo.