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¿Son los tiempos de pausa útiles o dañinos para los niños pequeños?

Child with arms crossed and woman with sunglasses looking at her
Los niños —en especial los menores de tres años— todavía no tienen la capacidad de reflexionar sobre sus propias acciones y su comportamiento.

¿Qué puede hacer un padre cuando se cuestiona en cuanto a una de las herramientas que utiliza más comúnmente para disciplinar?

Los niños —en especial los menores de tres años— todavía no tienen la capacidad de reflexionar sobre sus propias acciones y su comportamiento.

Varios artículos publicados recientemente en medios de difusión populares que denuncian el uso de los tiempos de pausa han hecho caer en picada a muchos padres, lo que es comprensible. Los críticos creen que, en vez de ayudar a los niños a calmarse, los tiempos de pausa tienen el efecto opuesto: hacen que los niños se vuelvan más afligidos y “desregulados” o fuera de control. Más aún, los niños pueden volverse tan abrumados por la disrupción de sus relaciones con su padre durante el tiempo de pausa (y por la vergüenza que siente por portarse mal) que su disgusto emocional aumenta y su posibilidad de aprender de la experiencia disminuye. Pero todos estos resultados negativos suponen que el padre trata el tiempo de pausa con enojo, humillación y dureza. Cuando se aplica de esta manera —como castigo— los tiempos de pausa sin lugar a dudas pueden ser perjudiciales para el niño.

El dar a los niños (¡y a los padres!) espacio para calmarse puede ser útil, no dañino.

Los que se oponen a los tiempos de pausa con frecuencia sugieren lo opuesto, un tiempo de acercamiento en el cual un padre consuele físicamente al niño para calmarlo, lo que sin duda es una gran estrategia. Pero como todo el que ha sido padre o proveedor de cuidado de un niño pequeño lo sabe, hay veces en que los niños están tan fuera de control —tiran objetos, patean, golpean, muerden— que no pueden aceptar consuelo y, en realidad, cuanto más el padre trata de calmar al niño, más fuera de control se vuelve el niño. Éste se halla sobrecargado. En estos momentos, los padres también se encuentran en su límite emocional, con los nervios de punta. Cuando las emociones (y lo niveles de cortisol en el cerebro) están elevados al máximo, una pausa tanto para el padre como para el niño puede ser una solución sana en lugar de un batalla sin fin. Ciertamente, en un mundo perfecto, los padres sería capaces de manejar sus reacciones (en realidad, la mayor parte de mi trabajo con padres es ayudarles a aprender esta habilidad). Pero, desafortunadamente, los padres también son humanos y, no importa cuánto trabajemos para controlar nuestras emociones, hay veces en que la única manera en que esto suceda es hacer una pausa de la intensidad del momento.

En esta situación, darle al niño una pausa puede en realidad ser una estrategia positiva de crianza. El factor crucial es la manera en que se aplica esta pausa. Cuando se realiza en forma calmada y con cariño, puede ser una oportunidad importante para impedir una mayor escalada de la situación, proporcionar al niño y al padre una oportunidad para retomar el control, y luego volver a juntarse para resolver el problema cuando ambos están calmados. Hay toda una gama de maneras en las que hacer esto, incluidas las ideas siguientes que las familias a las que atiendo han utilizado con éxito.

Cree un espacio especial y seguro.

En mi casa, establecimos un “rincón acogedor”. Una familia con la que trabajé creó el “lugar de la paz”. Les recomiendo a los padres que hablen con el niño con anterioridad sobre el propósito de este lugar seguro, que es adonde las personas de su familia van cuando están perdiendo el control y necesitan una pausa. (Les sugiero a los padres que también usen este lugar para hacer una pausa ellos mismos, lo que puede servir como modelo muy poderoso.) Los padres incluyen a los niños en el diseño del espacio, dándoles opciones sobre los artículos aceptables que se pueden incluir. Una familia puso un pequeño tipi de nailon en la habitación de su hijo, lo que proporcionaba un sentido de límites y comodidad. Cuando un padre determina que se necesita una pausa, se hace de manera calmada y con cariño. Aunque usted le esté sosteniendo a su hijo a distancia como para evitar sus patadas y golpes, llévelo lo más calmadamente posible a su lugar de pausa y hágale saber que usted está ansioso de que se calme para que puedan jugar otra vez. Las separaciones no son inherente o automáticamente dañinas para los niños pequeños. Cuando las separaciones se enmarcan y se consideran con cariño y apoyo —no como castigo— pueden ser cariñosas, no crueles.

Mantenga bajo control las expectativas de lo que las pausas podrían lograr.

Los niños —en especial los menores de tres años— todavía no tienen la capacidad de reflexionar sobre sus propias acciones y comportamiento. Esto significa que el objetivo de hacer una pausa no es para la autorreflexión (“Ay, me pregunto por qué dejé que me dominaran mis emociones; en realidad no debería haber tirado ese tren” está más allá de la mayoría de los niños de dos años), sino para proporcionar un lugar tranquilo donde los niños puedan pasar de un estado de gran agitación y enfado a un sentido de calma. La pausa les ofrece el espacio tanto al padre como al niño para reorganizarse y volver a juntarse para hablar sobre lo que el niño podría hacer la próxima vez que surja esta situación. No se aprende nada cuando los niños están en un estado de agitación, desbordados emocionalmente.

Escoja un límite de tiempo que mejor se ajuste a su hijo.

Un enfoque es poner fin a la pausa cuando el niño se haya calmado. Otra opción es poner una alarma para tres a cinco minutos y luego volver a donde está el niño y verificar. A estas alturas, es posible que el niño siga enfadado, pero si ya no está fuera de control y está dispuesto a aceptar que lo consuelen, usted puede ayudarle a pasar a otra cosa. Recuerde, usted no está cediendo a lo que sea que haya causado el enfado original: usted tan solo le está ayudando a aprender a calmarse y a aceptar una alternativa, por ejemplo, leer un libro juntos en vez de jugar con la tableta que usted se la había quitado, que fue lo que causó el berrinche.

Ignore el comportamiento pero no al niño.

Si un niño está fuera de control pero no se está haciendo daño a sí mismo ni a otros, puede ser muy eficaz ignorar el comportamiento. Si un niño está teniendo un berrinche porque usted le quitó los juguetes que él estaba tirando, reconozca su enojo (algo que no está bien ni mal, tan solo es) y luego pase a otra cosa. Usted podría dejarle saber que usted va a preparar la cena y que le gustaría tener un ayudante cuando esté calmado y listo. O tome uno de sus libros favoritos y comience a leerlo en voz alta. Esto comunica que usted sigue siendo un padre afectuoso que está presente, listo y dispuesto a hacer cosas juntos, pero que usted no va a participar en su berrinche ni atizarlo. (Vea este breve video para aprender maneras de ayudar a los niños a manejar sus emociones.)

El utilizar las pausas conscientemente, como una herramienta para ayudar a los niños pequeños a aprender a hacer frente a sus emociones fuertes, tiene que ver con la forma en que se hace. Las crisis son prueba de que a los niños se les está haciendo difícil hacer frente a una de las frustraciones o desilusiones inevitables de la vida. No es que se estén comportando mal a propósito sino solamente están reaccionando. Sus emociones intensas —y sus limitadas habilidades para la autorregulación— a veces les causan la pérdida de control de su mente y su cuerpo. Una breve pausa en la interacción puede ayudarles a calmarse. En el marco de una relación afectuosa entre un padre y su hijo, darles a los niños (y a los padres) este espacio para calmarse puede ser útil, no dañino.

Publicado originalmente por PBS Parents. Lea el artículo aquí.

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